Romina de Carli - DC Word, traducción jurídica, editorial y vinícola

Versión, traducción y cuestión de estilo

Romina De Carli

Romina De Carli

Traductora , intérprete, correctora, copywriter e investigadora en archivos, hemerotecas...

De los errores o de las experiencias negativas siempre se puede aprender algo, crecer y mejorar. Lo importante es ver dónde nos hemos equivocado y buscar una solución para no cometer el mismo error más adelante.

A más de un traductor –sobre todo a los novatos– le habrá ocurrido que la prueba de traducción realizada o un trabajo entregado no le haya gustado al cliente. La reacción de enfadarse ante la negativa es natural, sobre todo cuando se ha procurado traducir el texto con el mayor esmero posible. Pero si se quiere mejorar profesionalmente es necesario hacer cierto ejercicio de humildad, dejar pasar un tiempo y volver a leer los textos entregados para poder ver dónde está el fallo. El entrenamiento es media vida.

Personalmente, me encontré en situaciones parecidas y he necesitado tiempo, consejos y buenas lecturas, para disipar la rabieta inicial, reconocer el fallo y ver cómo solucionarlo.

Creo que se pueden reducir a dos las razones por las que una traducción puede no gustar: por estar mal hecha o por no adecuarse al estilo del cliente.

En el primer caso, el origen del fallo claramente está en el traductor. En muchas ocasiones, se trata de quedarse atascado en la lengua del texto de partida y no lograr traducir el mensaje en la lengua de destino. El resultado es más bien una versión del texto que una traducción propiamente dicha. ¿La solución? Automatizar el proceso mental por medio del cual pensamos en varias soluciones para la traducción de un concepto o una frase, hasta encontrar la más correcta y adecuada o natural para la lengua de destino.

En el segundo caso, creo que el estilo del traductor debería adecuarse al negocio del cliente y, en caso de una traducción literaria o ensayística, al estilo del autor. Y si al cliente o a la editorial no le gusta dicha adecuación, deberían decirle al traductor qué es lo que quieren, para que el traductor –como un sastre con un traje– pueda hacer una traducción a medida. Adivinar el gusto del cliente, a la primera y sin un patrón, no siempre es fácil, pero creo que con el tiempo se aprende.

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